viernes, 1 de octubre de 2010

MAESTRÍA EN EDUCACION

SEMINARIO TALLER DE LÍNEA:

GESTIÓN EDUCATIVA - CURRÍCULO

TEMÁTICA: Reforma del Pensamiento


Está claro lo que significa «una cabeza muy llena»:
es una cabeza donde el saber está acumulado,
apilado, y no dispone de un principio de selección y
de organiza­ción que le dé sentido.
«Una mente bien ordenada» sig­nifica que,
más que acumular el saber, es mucho más
importante disponer a la vez:
- de una aptitud general para plantear y tratar los problemas,
- de principios organizativos que permitan unir los saberes y darles sentido.


2 comentarios:

marisol dijo...

De forma clara y pertinente William nos lleva al laberinto
impresindible de lo que las próximas generaciones no se llegarán a
imaginar.A lo mejor como dice él faltará unos cuantos 50 años para
que se puedan dar cuenta del desastre producido por la
desinformación y como decia Barba: " hay días en que somos tan
lúgubres, tan móviles, tan móviles como las leves briznas al viento
al azar", seguramente no nos damos cuenta que este mundo gira tan
rápido o simplemente nos estamos quedando vacíos; esperando quién
llegue a nosotros a contarnos un mal cuento. Tiene la razón
William con decir que la información nos llega tan rápido, pero tan
rápido que pronto también la olvidamos. La memoria no existe sino
en ese instante en que nos llega.
La educación está dentro de esto que tanto ignoramos, que no es
simplemente vivir acá por vivir. Pero eso estamos haciendo.
La desfachatez con la que actúan los medios de comunicación y
simplemente un parafraseo de evidencias funestas de la ciudad,
logra alcanzar la popularidad de una noticia de un periódico "Que hubo" o
las indignaciones de "actos politiqueros". Podemos quedarnos en casa, y no nos perdemos
de nada, todo llega a las pequeñas pantallas no sólo del TV, sino de
un IPOD, DE UN PC, o de un WIFI que ensordece también el mundo.

El mundo tan dinámico no nos ha dejado aprender como debiera aprenderse.
Nos hemos convertido en caballos, simplemente guiados y pesados. La complejidad
del asunto nos a encriptado en manantiales secos.
La educación juega entonces ese papel importante pero, ¿cómo puede serlo si el sistema
no lo permite? Hemos cosechado certezas de las cuales no queremos salir.

Por otro lado, la occidentalidad en la que estamos revestidos es lo que no nos deja precisamente
ser lo que somos. Hemos perdido nuestra cultura, nuestras costumbres: la conservación de la
naturaleza que hacía parte de los abuelos; las laboriosas caminatas a caballo por caminos empedrados y
simplemente un radiesito en la mano tan siquiera para escuchar la ondas de la radio.

Estos pesares y pobrezas de conocimiento nos tienen atragantados en verdades que ya han sido replanteadas,
en pleno siglo XXI y somos más presos que en las eras de la esclavitud. La economía hace con nosotros
lo que quiera; no nos sirve a nosotros sino nosotros a ella. Como dice Manfred en una conferencia:

“La economía es al servicio de los seres humanos, no estos a la economía", es triste pero es la realidad.

Finalmente considero que es de todos, de forma integral que superaremos el ilusorio y utópico mundo
que imaginamos muchos. Ser aquellos seres humanos
en conjunto para servir a muchos y aprender de todo; no simplemente estar como tablas vacías y llenas de
información.
Dentro de lo simple también está lo complejo del diario vivir, y es de aquel donde realmente aprendemos
a desaprender, a construir y a deconstruir el planeta universal.

marisol dijo...

De forma clara y pertinente William nos lleva al laberinto
impresindible de lo que las próximas generaciones no se llegarán a
imaginar.A lo mejor como dice él faltará unos cuantos 50 años para
que se puedan dar cuenta del desastre producido por la
desinformación y como decia Barba: " hay días en que somos tan
lúgubres, tan móviles, tan móviles como las leves briznas al viento
al azar", seguramente no nos damos cuenta que este mundo gira tan
rápido o simplemente nos estamos quedando vacíos; esperando quién
llegue a nosotros a contarnos un mal cuento. Tiene la razón
William con decir que la información nos llega tan rápido, pero tan
rápido que pronto también la olvidamos. La memoria no existe sino
en ese instante en que nos llega.
La educación está dentro de esto que tanto ignoramos, que no es
simplemente vivir acá por vivir. Pero eso estamos haciendo.
La desfachatez con la que actúan los medios de comunicación y
simplemente un parafraseo de evidencias funestas de la ciudad,
logra alcanzar la popularidad de una noticia de un periódico "Que hubo" o
las indignaciones de "actos politiqueros". Podemos quedarnos en casa, y no nos perdemos
de nada, todo llega a las pequeñas pantallas no sólo del TV, sino de
un IPOD, DE UN PC, o de un WIFI que ensordece también el mundo.

El mundo tan dinámico no nos ha dejado aprender como debiera aprenderse.
Nos hemos convertido en caballos, simplemente guiados y pesados. La complejidad
del asunto nos a encriptado en manantiales secos.
La educación juega entonces ese papel importante pero, ¿cómo puede serlo si el sistema
no lo permite? Hemos cosechado certezas de las cuales no queremos salir.

Por otro lado, la occidentalidad en la que estamos revestidos es lo que no nos deja precisamente
ser lo que somos. Hemos perdido nuestra cultura, nuestras costumbres: la conservación de la
naturaleza que hacía parte de los abuelos; las laboriosas caminatas a caballo por caminos empedrados y
simplemente un radiesito en la mano tan siquiera para escuchar la ondas de la radio.

Estos pesares y pobrezas de conocimiento nos tienen atragantados en verdades que ya han sido replanteadas,
en pleno siglo XXI y somos más presos que en las eras de la esclavitud. La economía hace con nosotros
lo que quiera; no nos sirve a nosotros sino nosotros a ella. Como dice Manfred en una conferencia:

“La economía es al servicio de los seres humanos, no estos a la economía", es triste pero es la realidad.

Finalmente considero que es de todos, de forma integral que superaremos el ilusorio y utópico mundo
que imaginamos muchos. Ser aquellos seres humanos
en conjunto para servir a muchos y aprender de todo; no simplemente estar como tablas vacías y llenas de
información.
Dentro de lo simple también está lo complejo del diario vivir, y es de aquel donde realmente aprendemos
a desaprender, a construir y a deconstruir el planeta universal.